Hijos de las sombras

lunes, 15 de diciembre de 2014

Ítaca

Tantas preguntas… y ninguna respuesta que me satisfaga. Si mi vida dependiese de ello, y tuviese que elegir una palabra que describiese esta última etapa de mi vida, sin lugar a dudas escogería: torbellino. Sí. Esa sería la palabra adecuada. Una vorágine feroz e inabarcable alrededor de un eje de ira, frustración y un no saber que hago aquí. Múltiples encrucijadas y decisiones confusas en las que el único peaje a pagar fue la cordura propia (e incluso en algunas, quizás la ajena, aunque esto último no pueda asegurarlo con una absoluta certeza)


Y lo más triste de todo, sin embargo, es descubrir que de alguna manera me he gobernado de fantasías, y negando la realidad he alimentando de forma caníbal mis delirios en una versión gore del cuento de la lechera al tiempo que  vivía en un paraíso artificial y adulterado. Fracaso. De momento no hay dinero, tú aguanta y esto cambiará.

 Y mientras aguantas, la mente se funde en negro y buscas la evasión en cualquier cosa en espera de tiempos mejores. Las mentiras se suceden una tras otra como en una partida de cartas infinita con manos de farsas y simulacros de amor en un sexo furtivo que  arrastra a tu cama a más una veintena de mujeres sin nombre. Triste búsqueda de ese rostro que ya no existe fuera de los limites de tu imaginación. Valiente Casanova de serie B  aquel que  eyacula lágrimas y recuerdos de un éxtasis pasado y extinto  al mismo tiempo que suspira por el sol de un sur cada día más lejano e imposible. Y es ahí, justo en  ese instante posterior al coito, tendido en el ambiente sucio y cargado de olor a sexo y cocaína, cuando te das cuenta de que tu razón de ser ha huido humillada y ha cedido a una rendición sin concesiones, pues Ítaca  ya no existe y Penélope hace ya mucho que dejo de esperar por ti y ya no tienes ningún puerto al que arribar.