La llegada del buen tiempo es una inyección de ánimo. El sol
me da vida y me llena de una vitalidad explosiva que tiene la capacidad de
adormecer mis pensamientos más oscuros. Siempre fue así… o no, y quizás hubo en
un momento de calma y paz que en algún momento llegué a olvidar.
El caso es que sepultado bajo una montaña de emociones
inquietantes y angustias existenciales, mi figura llegó a deformarse de tal
forma, que llegó un momento en el que no pude reconocerme en aquella identidad
malsana que ahora pretendo dejar atrás. Las filosofías orientales, el
pensamiento en blanco, la aparición de personas con una importancia capital en
mi renacer y la sinceridad conmigo mismo, me han mostrado un camino muy placido
en su recorrido. Es como haber salido de un asfixiante desierto tapizado en los
interminables rojos y ocres de su paisaje cruel e infinito, y pasar como en el
milagro de un sueño, a caminar por un nuevo entorno tapizado de vegetación y
una suave brisa que te susurra directamente a lo más profundo.
Lo he entendido, mi pequeña golondrina, los arboles ya me
hablan a mí también y he empezado a correr. Emocionado, extasiado y jadeante
por ver más camino. El resuello sin fondo de mis pulmones clamando por una
bocanada más de oxigeno Y el hecho de caminar por nuevas sendas me ha abierto
los ojos de tal manera que he dejado de caminar para empezar a correr. Sentir
el aire jadeante e insuficiente enroscándose en los pulmones me llena de
vitalidad, el dolor lacerante de unas piernas antaño derrotadas me enseña
constancia, y una vuelta más girando en un circulo infinito comenzado mucho tiempo
atrás me transforma cada día en alguien más libre y transmuta el mundo a mi
alrededor mostrándome una belleza que antaño solo podía intuir.
Y así es mi mundo ahora, como este relato, sin principio y
sin fin, solo clamar por una vuelta más. Y cuando llegue a ti de nuevo, ese día
mi pequeña golondrina, ese día te pediré
perdón por no haber estado vivo cuando te amé.
http://youtu.be/FDhupp9cvNs
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