Hijos de las sombras

lunes, 14 de junio de 2010

LA CRÍTICA. (SEGUNDAS OPORTUNIDADES) PRIMERA PARTE


La película rueda lenta en el proyector, casi tanto como la acción que se desarrolla en la pantalla, mientras yo devoro por puro aburrimiento, unas palomitas con sabor a mantequilla que además de no saber a nada ni remotamente parecido a la mantequilla, están rancias. Puros grumos de maíz demasiado tiempo expuestos en la vitrina del "palomitero", (¿Se dice así?) y tostadas en las expectativas frustradas de reventar la sala, a merced del premio especial que el jurado de un desconocido festival independiente, de un pueblo tan remoto y lejano como éste en el que vivo, ha concedido a la película que hoy se proyecta y que no ha conseguido arrancar a nadie de sus casas, a excepción mía y de una menuda mujer que está sentada un par de butacas más allá de mi asiento habitual en la última fila.

Me aburro y desvío la mirada de la pantalla para observarla un momento, y descubrir con asombro que es la mujer más hermosa con la que me he cruzado nunca. Una hermosa melena oscura cubre parcialmente su rostro para ir a caer inmediata sobre sus hombros desnudos, como una sedosa cascada que invita a sumergirse entre sus brumas, con tanta violencia, que me impide volver de nuevo los ojos hacia la pantalla. Sigo observando fascinado, ignorante de la proyección, esa parte de su rostro que el cabello deja al descubierto. Es un espacio leve, un perfil mágico poseedor de unos labios firmes de sensualidad, y unos ojos intensos de un color indeterminado en la oscuridad de la sala, y que se enmarcan en unas ligeras arrugas incipientes que la hacen, si cabe, aún más atractiva... pero ¿Qué es eso que se desliza por su mejilla? ¿Es...? Sí. Es una lágrima. Una gota de sensibilidad que se escurre por su rostro inmóvil de estatua absorto en la proyección. ¿Qué me estoy perdiendo?

Vuelvo la vista a la pantalla, y apenas alcanzo a comprender su turbación. La película sigue tan lenta como al principio y lo que debería ser un momento de gran intensidad, en las manos de un director competente, es solo una escena vacía de contenido en la que la acción se abre con el plano fijo de una cocina pobremente amueblada, y en la que vemos a una pareja discutir acaloradamente en presencia de un niño de unos diez años, que come tranquilamente ignorante de los insultos, acusaciones y reproches mutuos que la pareja se lanza alternativamente. Es tan sólo una muestra de incompetencia, una más, del equipo técnico que renuncia así, de forma inocente, a esa carga extra de dramatismo que le habría proporcionado una cámara subjetiva, o en su defecto, un plano en picado. Más de lo mismo.

Dirijo de nuevo la vista a mi acompañante involuntaria, que no parece darle importancia a estos defectos tan evidentes, pues centra su atención en cada detalle de la película totalmente ajena a este cine, al mundo exterior e incluso a mí, tan cercano a ella y a la vez tan lejano y desconocido, que por un instante dudo en pensar que tal vez aquí lo único real sea la película, y yo simplemente un mero figurante sin dialogo, en este absurdo guión barato que alguien ha dado en llamar vida.

La mujer es hermosa. Muy hermosa. De una belleza tan vibrante que contrasta de pleno con la decadencia de este viejo cine en horas bajas. ¿Qué motivos puede tener alguien como ella? Sofisticada y elegante. ¿Para venir a esta cueva de solitarios y último refugio para borrachos nostálgicos, que como yo, no tienen un lugar al que llamar hogar? Sus motivos son una incógnita para la que no encuentro una respuesta, y me centro en mis propios pensamientos, en los motivos que me encadenan a esta butaca gastada y en la petarda de Hanna Pizpireta.

¡Maldita Hanna Pizpireta y sus putas películas edulcoradas para adolescentes! ¿Cómo iba a suponer yo, que una actriz sin ningún talento, a excepción de unas enormes tetas que trata de disimular para seguir explotando la gallina de huevos de oro en su eterna adolescencia, pudiese tener un club de fans en este puto pueblo de borregos? Y aun menos podría haber adivinado, que precisamente, la presidenta de dicho club pudiese ser la consentida hija de mi “admirado” jefe, el señor Morris. De haberlo sabido no habría escrito lo que escribí… ¿o puede qué sí? El caso es que ya es demasiado tarde para dar marcha atrás, y lo que escribí bien escrito está. Venía diciendo algo así como que la tal Pizpireta, sólo es una niña bien sin nada que ofrecer al mundo del cine, una estrellita caprichosa con una visión totalmente distorsionada de la realidad, y que si alguna vez, un productor loco o tan podrido de dinero como para enterrarlo en su mierda de filmografía le proponía rodar una segunda parte de su Modernísima Cinderella , tal vez la estrellita, debería aventurarse fuera de los muros de su lujosa mansión de Beverly Hills, y documentarse un poco entre las prostitutas y los camellos de los bajos fondos, ya que así al menos, además de descubrir que las cenicientas modernas no se visten con ropa de marca, ni llevan caros maquillajes en sus bolsos de Gucci, podría copiar alguno de sus modelitos y mostrarnos algo de esos pechos, que tan mal disimula bajo toneladas de ropa, para ofrecernos algo de entretenimiento y justificar parte de su astronómico sueldo.

¡Joder! ¡La qué se monto por decir únicamente lo que piensan todos esos papás que van al cine con sus hijitas, y que no se atreven a decirlo en voz alta por miedo al qué dirán! ¡Pero por Dios! ¡No hay más que mirarlos a los ojos para entenderlo! Ahí están, llenando los cines como babosos hipnotizados ante el movimiento oscilante de arriba-abajo de Hanna, y comiéndosela avariciosos con la mirada mientras alternan bocados de lujuria con los puñados de palomitas que comparten con sus amadas hijitas.

Aún resuenan en mis oídos los sollozos histéricos de la hijísima a través del teléfono hablando con su papá, y las palabras con las que el señor Morris, alternadas con miradas de odio hacia mí, trata de apaciguar a su niñita.

- Sí, cariño… No, cariño… Está bien cariño, pero deja de llorar. Hablaré con el hombre malo… Siiiií. Te lo prometo, pero deja de llorar. Claro que siiii. ¡Eres lo que más quiero! Ya lo sabes. No llores más. Te… Siiiii. Te prometo… Siiiii. A Hollywood a conocer a Pizpireta. Está bien. Yo también te quiero. Mucho. Hasta dentro de un ratito cariño. Adios, adios. Otro besito también para ti.

He de reconocer, y aunque esto no diga mucho a mi favor, que fue una escena surrealista, casi cómica, el escuchar las suplicas con las que el señor Morris trataba de aplacar a la fiera de su hija. Y el ver como el viejo león se sometía de esa forma a los caprichos de una niñita, hasta el humillante punto de recurrir al chantaje en la forma de una promesa de viajar a Hollywood a ver a Pizpireta, formó en mi mente la imagen del viejo en Hollywood, saltando de tienda en tienda, cargado de bolsas y en bermudas con su ridículo peluquín escurriéndose de la sudorosa cabezota, mientras corre detrás de su hijita y le suplica inútilmente que pare por favor esa consumista sangría de la Visa Gold del semanario. Y si en ese momento no solté una sonora carcajada, fue únicamente porque sabía que nada mas colgar el teléfono, la siguiente persona con la que hablaría el señor Morris era yo, y que conmigo no emplearía un tono tan cariñoso.

¡SEÑOR WORST! ¡DEJE AHORA MISMO LO QUE QUIERA QUE ESTÉ HACIENDO, Y VENGA A MI DESPACHO INMEDIATAMENTE!


¡Usted no es nadie aquí! -- me dijo-- ¡Si lo mantengo en este puesto es por respeto a la memoria de su padre! ¡Un hombre trabajador, de moral intachable y una educación exquisita, que usted no parece haber heredado! ¡Así que honre su recuerdo, póngase las pilas, y no dude de que me no temblará la mano en el momento de firmar su carta de despido, sino cambia su actitud! Sin embargo, mi conciencia me dice que sea generoso y que le conceda una enésima oportunidad. ¡Así que no la desaproveche! Déjese de paparruchas, olvídese de esa visión oscura y perniciosa que parece tener del mundo, y escriba algo acorde a los ideales de este semanario. La señorita Perry le dará los detalles. Eso es todo, ya puede retirarse. Y no. No me dé las gracias. Déselas a los buenos momentos que en el pasado disfruté en compañía de su padre. Buenos días.


Los ideales de ese semanario. ¿Y qué ideales son esos? me pregunto ¿La de un mundo rosa donde todos son felices y en donde las desgracias siempre le ocurren a otros? Está bien. Fingiré si eso es lo que se espera de mí y de mis genes, y seré tan hipócrita como el propio señor Morris y su pandilla de lectores mojigatos revestidos de santidad. El mundo es un lugar feliz y así se lo mostraré si así lo desean, al fin y al cabo, siempre es mejor que volver a mi antiguo empleo en la fábrica de conservas. Aunque ahora mismo optaría de buen grado por estar en la fábrica de conservas con tal de no tener que seguir viendo esta mierda de película.

5 comentarios:

  1. La vida es puro teatro...no tenemos que confundirnos entre el actor que interpretamos y el espectador que somos.

    es tan facil perderse en esta farsa, nos arrastran nuestros compañeros de reparto....y terminamos saliendo de nuestra vida para meternos en el teatro.

    dificil saber donde está lo real y lo ficticio.......o todo es ficticio???

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  2. Me encanta la historia, como todas tus historias...y la forma en que la desarrollas.

    tendrá un final feliz...aunque no se vea.

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  3. No nos hagas esperar demasiado por la segunda parte, anda..
    Un saludo.

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  4. A que Hanna Pizpireta está basada en un personaje real?? xDDD Es un poco irónico, a veces es mejor no tener criterio para escribir sobre ciertos temas, ya sean culturales, sociales o políticos. Besisss :)

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  5. Lou: ¿Todo es ficticio? No. Todo es real. Muy real. En cuanto al final feliz... Porque no?. Las historias no siempre se acaban en la última frase. ¿Qué pasa en los cuentos después del: ...y fueron felices y comieron perdices? Pues que tuvieron que hacer la digestión, por ejemplo. ¿Y si es una digestión pesada y el príncipe tiene gases? Los finales siempre son abiertos. Siempre. Besaco bellaco.

    Pitima: Et voila! Sus deseos son ordenes. Mi fama de inconsistente me precede, jajaja. pero en esta ocasión la historia ya está escrita y si no la publiqué de un tirón es porque es un poquito larga, pero creo que cortarla es amputar, masacrar, mutilar la esencia original, así que ahí va la segunda parte. Un saludo.

    Dark: Hanna Montanneta un personaje real? Dios! qué imaginación! De donde has podido sacar esa idea? Bueno... A lo mejor si que hay un poquito de eso. Pero después del festival de Rock in Rio me rio yo de mi Pizpireta. Jajaja. Por cierto, criterio yo? Creo que te has colao de blog. Jajaja. Gracias por dejarte caer.

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