El torrente de acontecimientos se ha
desatado. No creo estar haciéndolo todo lo bien que debería, pero
al menos ya he empezado a dar pasos en la dirección correcta. Me
sigue doliendo el estomago y sigo nervioso, pero aunque padezca de
vértigos espontáneos soy consciente de que ahora que la rueda del
destino parece haber comenzado a girar sobre mi eje vital,
simplemente, no puedo desfallecer. Me juego demasiado, no tengo un
duro y necesito hipotecar un riñón para poder invertir y tener una
oportunidad. No lo veo fácil y aunque soy muy optimista hay
demasiados ojos pendientes de mí, y pocos creen. Uff
El panorama es desolador, así lo veo
cuando oteo el horizonte más cercano, mi lado pesimista sigue ahí,
susurra pero no se ceba y eso me alegra, está colaborando conmigo,
entiende la gravedad del asunto y aunque es incapaz de alejarse me da
una cierta libertad de movimientos. Nada que objetar. Sin embargo,
irónicamente, lo que he de vigilar de más de cerca es mi lado
optimista y controlar sus adicciones por la euforia. Sí, lo
reconozco; sientan bien, son cojonudas y son un subidón de
adrenalina, admito que es una droga potente y es difícil querer
bajarse de ahí y volver al mundo real. Pueden creerme, hay unas
vistas formidables desde ese balcón donde todo es fabuloso y nada
falla y si por un casual algo fallase tampoco pasaría nada, otra
ralla de euforia y de nuevo en plena forma y preparado para una noche
que se hace día en un suspiro, donde no existe el cansancio y todo
encaja a la perfección, donde los días son como piezas de un puzzle
de incógnitas que quizás al final tan solo llegue a desvelar una
escena del cuento de la lechera.
Venderé la leche, compraré una
gallina, venderé los huevos, compraré... bla bla bla
Y he aquí donde nace el verdadero
miedo, ¿He calculado bien? No lo sé. Nadie opina, nadie sabe, estoy
solo de cojones y me doy cuenta de que nadie va arrimar el hombro por
mí. Solo caras hostiles por parte de muchos, para unos soy un loco,
un patán para otros y un caso incorregible para una gran mayoría.
Supongo que ya ha dejado de importarme, me he dado cuenta de que
nadie en toda mi vida ha sido capaz de descifrarme y pedir
referencias acerca de mi mismo no es más que un acto de estéril
perdida de tiempo.
Salir a la carretera, conducir sin
rumbo y dormir cada día en un sitio diferente, rodeado de rostros
extraños y voces desconocidas, trabajar, ganar dinero y pagar los
favores, breve ensayo para la huida. Una huida que, como siempre, es
solo hacia delante. Y donde quizás por fin llegue a entenderme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.